lunes, 20 de febrero de 2012

La vida es un carnaval

Con eso del carnaval todo mundo agarra para donde mejor se siente. Y queriendo o no se aleja de los compromisos de chamba y esas cosas, hasta que la “cruda” realidad lo hace despertar bien. Pero bueno, como bien dicen por ahí, “la vida es un carnaval” y como tal hay que asumirla… claro, sin desatender los compromisos serios que todo esto implica.
¿Quiere que le diga cual es mi humilde opinión en torno al tradicional festejo de los guaymenses? El carnaval está bien, ni peor ni mejor que otros. Está bien. Los que lo echamos a perder, querido lector, somos nosotros mismos, los que tanto criticamos esta fiesta, pero que finalmente somos los primeros en ir a provocar el desorden de la manera posible.
Le platico por ejemplo lo del paseo de carros alegóricos. Tradicionalmente nos ubicamos con la familia en la avenida Serdán entre las calles 12 y 13. La gráfica que le presento no puede ser más elocuente. Y discúlpeme usted la majadería que voy a decir, pero nos importa madre el orden, el respeto, la cordura, la educación, la decencia y agréguele lo que usted quiera.
Es increíble. Nos portamos como animalitos, con el debido respeto para los seres presuntamente irracionales. En la competencia por ver quien está más adelante dejando huecos más amplios que el área por donde pasan los carros alegóricos y las comparsas, y pobre de aquel comparsero que se atreva a querer llamarnos la atención porque estamos invadiendo el área que le corresponde para su participación carnavalera. Lo más mínimo que se lleva es un violento empellón, y con eso le fue muy bien. A algunos los golpeamos.
Les hacemos cascarones a los niños para que estos los arrojen al rostro, al cuerpo de quienes van bailando en el desfile, y nos provoca mucha risa cuando llegan a dar en el blanco. Y cuidado con que el agredido quiera defenderse. Nos vamos como demonios detrás de él y lo menos que le decimos es “es carnaval y te aguantas”. Un tipo de cultura que raya en el pendejismo.
¿Pero sabe que es lo peor de todo? Que aquellos que minutos antes pasaron presentando una comparsa, tras concluir su participación regresan como eso, como animalitos, pues, invadiendo también el área donde los otros vienen con su número. Los muchachitos del CBTIS pueden platicarle bastante de eso, porque al menos los dos días que vi el desfile así lo hicieron. Se entrometieron en las demás comparsas.
Ah, pero mañana hay que hablar a la radio y decir que todo es un cochinero, que los organizadores son los culpables de todo, que es una completa desorganización. Amigos, ¿cómo no va a ser una desorganización si somos nosotros los que la provocamos? Vaya, si un agente policiaco se atreve a pedirle a la gente el clásico “hágase para atrás”, no falta el imbécil que se pone como energúmeno y acusa de abuso de autoridad. O sea, nosotros si podemos abusar… organizadores y policías no.
A mi todo me ha parecido muy bien. Los carros no son la quinta maravilla, pero tampoco son la desgracia que algunos aseguran. El principal atractivo, las comparsas, me ha parecido excelente. Vestuarios vistosos, coreografías evidentemente ensayadas durante semanas enteras, mucho bullicio, y bueno, me platicaron que salvo las riñas en el área de la fiesta, todo marchaba de acuerdo a la costumbre.
Los guaymenses necesitamos ir a conocer las ferias de muchas otras partes en la República Mexicana para saber que el carnaval no es lo peor que hay en el mundo. En todas partes cobran por entrar, en todas partes se consume la cantidad de cerveza que la gente quiere, en todas partes hay pleitos y detenidos. Son fiestas populares, así es que nadie debe asustarse porque aquí hay un carnaval. Pero en fin, cada quien.
En unos minutos más, amigos, me voy una semana de vacaciones. El propósito es ir a Los Ángeles a acompañar esos días a mi hija y estar con mi familia que radica ahí y en Mexicali, así es que quizá me ausente de este espacio, aunque trataré de sentarme a escribir cuando haya oportunidad.
Que Dios nos bendiga a todos!