martes, 7 de julio de 2015

Una de cal…

A partir de la aparición de las redes sociales, el servicio público, en todas sus modalidades y formas, se convirtió en el centro de la práctica “tírale al negro”. De esta forma, actuar de funcionarios, médicos, empresarios, patrones, empleados y largo etcétera, regularmente es tratado con dureza, agresividad y hasta con crueldad no exenta, en ocasiones, de infamia.
No en todos los casos es injusto. Hay gente que, por su comportamiento, bien merecido tiene el linchamiento a través del juicio popular, y quizá hasta se queden cortos quienes les dirigen los peores epítetos al cuestionarles su actuar. Pero estaremos de acuerdo en que hay veces en que la crítica mordaz y destructiva carece de un fundamento, pero que sin embargo, causa efectos que pueden ser demoledores.
Y entre los “clientes” más recurrentes en las redes sociales están los agentes policiacos. Cada intervención, cada acción, cada paso de la policía regularmente es exhibida y expuesta al escrutinio público, y por lo regular, los resultados son reprobatorios.
Esto tiene su lado bueno. Antes, el mal policía podía actuar libremente y cometer las tropelías que le vinieran en gana. Era difícil que una versión a detalle pudiera ser utilizada como prueba fehaciente de su abuso. Pero hoy en día, las cámaras que hay hasta en los celulares y que captan todo, los limita a tener un comportamiento más conservador. Aunque a algunos les importa poco que los evidencien como abusivos y prepotentes.
Sin embargo, creo que es importante también destacar --y hacer trascender-- cuando la policía actúa de manera apropiada en tratándose de combatir a la delincuencia. A las buenas de la autoridad nunca le damos un abono aunque sea. Sólo resaltamos las malas. Por eso creo conveniente dar un abono de esos a lo que hicieron un grupo de agentes policiacos durante la refriega suscitada el lunes pasado en San Carlos, donde la violencia cobró otra vida.
Cuando en las redes sociales ya nos disponíamos (conste que generalizo) a “hacer pedazos” a las autoridades por la ausencia total de la policía en el sitio donde se enfrentaron bandas de delincuentes rivales, de repente los agentes se convirtieron en el centro de la atención al enfrentarse a tiros a sicarios cuya sola presencia ya mantenía en riesgo la vida de personas que circulaban por el lugar de los hechos.
El resultado final de esto fue de cinco detenidos. Todos ellos individuos entregados a las prácticas delictivas. Y esto fue derivado del actuar decidido y temerario de los elementos de seguridad, que “se fajaron” en el enfrentamiento y finalmente consiguieron el dominio de la situación. Y esto es digno de reconocerse.

Cierto es que para que la policía, en sus distintos niveles, pueda recuperar la credibilidad, se necesita mucho más que esto. Pero sí debe quedar muy claro que esos inútiles, perversos, prepotentes, ladrones, sinvergüenzas y todos los demás calificativos que acostumbramos usar al referirnos a ellos, de repente resultan ser la ÚNICA alternativa que tenemos los demás para recuperar la tranquilidad.