miércoles, 31 de agosto de 2016

De nuevo se reflejan los graves índices de inseguridad en Guaymas. Otra vez el detonar de armas de fuego y de nuevo la Parca se encarga de llevarse la vida las víctimas. Despierta el terror de los ciudadanos comunes, provoca la movilización de las fuerzas de seguridad y después de algunas horas de zozobra, preocupación y miedo, todo vuelve a la normalidad, una normalidad que más que eso es ya una costumbre.
Pero esa relativa calma es sólo una apariencia. Regresar a la normalidad es que todo vuelva lo que estamos viendo todos los días y durante todas las horas del día. Una venta indiscriminada y desenfrenada de drogas en lugares visibles, sujetos que ya perdieron todo tipo de cordura y delinquen hasta en las narices de los policías, robos sin freno ni control alguno en casas habitación y comercios, y una pasividad inconcebible por parte de quienes presuntamente tienen la obligación de velar por la seguridad pública.
Estamos mal y todo indica que vamos para peor. La Policía Estatal Investigadora sólo tiene capacidad para emitir boletines a través de los cuales informa que se inician las indagaciones para dar con el paradero de unos victimarios que curiosamente jamás son ni siquiera identificados, salvo casos excepcionales, regularmente fortuitos. Prefieren aparentar que dan "palos de ciego" antes que ofrecer buenos resultados a la comunidad, que finalmente es a la que debieran servir.
Aunque puede ser entendible. Si no tienen capacidad para resolver las decenas de robos que se suscitan a diario en todos los rincones del Municipio, mucho menos para que las indagatorias de marras puedan ofrecer resultados positivos. La única capacidad evidente que tienen es la de arrestar de manera abusiva y montonera a maestros indefensos o a maridos golpeadores con órdenes pendientes de aprehensión. Pero entratándose de identificar a sicarios, resultan ser servidores públicos con una ineptitud total.
Y esta inutilidad es lo que ha provocado, en parte, el desenfreno actual en materia de seguridad. Los delincuentes actúan a su libre arbitrio, con una absoluta confianza en que las autoridades encargadas de castigarlos regularmente se muestran indiferentes, indolentes a los delitos en los que incurren. Los detenidos que caen en manos de los agentes del Ministerio Público son entregados, por lo regular, por la policía municipal, y lejos de ponerse a trabajar en esos casos, prefieren dejarlos en libertad, con facultades abiertas para seguir perjudicando a la ciudadanía que ya no siente lo duro cuanto lo tupido en cuestión de robos.
La Estatal Investigadora realmente no está investigando el caso del nuevo ejecutado. No lo han hecho en otras ocasiones, porque si así fuera, las estadísticas lo mencionaran. Al final de cuentas, todos sus reportes, no exentos de maquillaje, se refieren sólo a eso, al inicio de las investigaciones pero nada más.

Hay que aceptarlo... estamos mal y vamos a peor.

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