viernes, 7 de junio de 2013


Día de la Libertad de Expresión

Entender -- y atender -- la libertad de expresión es algo muy complejo. Uno de los privilegios que otorga la Carta Magna, a lo largo de los años, ha ido distorsionando su objetivo inicial, a grado tal que hoy en día hay mucha gente que practica el libertinaje en su forma de expresarse, y exige que la misma Constitución la proteja contra el actuar de las autoridades. Sobre todo en los casos en los que se sobrepasan los límites de lo permitido.
“Es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia. Ninguna ley ni autoridad puede establecer la previa censura, ni exigir fianza a los autores o impresores, ni coartar la libertad de imprenta, que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública. En ningún caso podrá secuestrarse la imprenta como instrumento del delito”, dice el Artículo 7º de nuestra Constitución.
El problema es que en base a eso, muchos periodistas hemos incurrido en el abuso de lo que marca esa parte del reglamento oficial. “… que no tiene más límites que el respeto a la vida privada, a la moral y a la paz pública”. Es decir, ningún escribidor, comentarista, analista o columnista, tiene derecho a entrometerse en la vida personal de quienes son objeto de nuestra crítica. Y actualmente hay medios que irrumpimos en la intimidad de quien forma parte de uno de nuestros artículos con una facilidad pasmosa. Y lo hemos vuelto una práctica común, en un grave atentado a la Constitución misma.
Se marcan también los límites al respeto a la moral y a la paz pública. Pero nos hemos vuelto tan aficionados a publicar artículos en los que la decencia es palabra muerta. Ya sea a través de una gráfica, de un video o de una canción, hay medios que atentamos contra uno de los valores más sagrados: la moral pública. Y nos importa un bledo “acorrientar” nuestras publicaciones con porquería que sólo conlleva el propósito de despertar el morbo.
Ni qué decir de alterar la paz pública, pues nos hemos convertido en los principales promotores del relajo y las protestas que, en ocasiones sin fundamento alguno, provocan desorden y desestabilidad social. Y todo porque “es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia…”
El uso no debe convertirse en abuso. Exigir que se nos respete porque así lo marca la Ley, no debe ser razón para que rebasemos esos límites que la misma Ley nos marca. La crítica siempre será válida y legítima, pero cuando ésta se enderece en contra de la integridad moral del individuo, puede -- y debe -- ser sancionada. Quien lo permita es bajo su propia responsabilidad.
Y si bien es cierto que se han cometido abusos en contra de quienes desde un medio hacen uso de la libertad de expresión, que van desde el insulto hasta el crimen, tampoco podemos soslayar que hay responsabilidades propias. Fustigaremos siempre a aquellos que abusando del poder o haciendo eco a sus impulsos criminales atentan contra los periodistas. Pero es menester también que nosotros mismos nos sometamos al escrutinio de lo que marca la Carta Magna
Libertad… no libertinaje.

Feliz día a mis colegas periodistas.